
Cultura-Granada
El pasado, fuente de grandes novelas
La escritora y editora Claudia Casanova narra en 'La Tierra de Dios' las peripecias de dos mujeres en la Edad Media, época en la que es experta
ELENA SIERRA
MADRID
«Soy mujer y quiero contar aventuras en las que ellas sean importantes, con riesgo y misterio»
«No hay nada que el lector agradezca más que el hecho de que el autor sea capaz de plantearle un desafío, un reto, con cada novela. Que consiga engancharlo con la trama, que le dé algo a cambio de su esfuerzo», explica la traductora, editora y desde hace tres años escritora de novela histórica Claudia Casanova. «El lector es muy agradecido, se siente feliz y satisfecho si el autor le planeta ‘voy a hacerte leer’ y lo consigue», continúa. Lo dice con conocimiento de causa. «Lectora voraz, curiosa y desorganizada», esta mujer nacida en Barcelona en 1974 lleva más de una década ligada al mundo de la edición en la editorial Paidós. Comenzó como traductora de textos del siglo XII francés, el que como escritora la tiene también enganchada. Por eso vuelve a publicar en Planeta una trama de ficción ambientada en la época con muchos componentes reales.
Para ello hace falta mucha investigación «y afortunadamente hay periodos muy bien documentados, con registros y escritos de todo tipo», explica. Es el caso de todo lo referente a las Cortes de Aragón y de León. Y, también por fortuna, hay tantas otras perspectivas apenas recogidas en los textos que al novelista le queda mucho que imaginar. «Dice un historiador francés que la ignorancia del historiador es la fortuna del novelista y lo suscribo. Pero en ningún caso puedes contar algo distinto de lo que fue, hay que ser cuidadoso con la Historia», sostiene. Es necesario respetar el marco y los personajes que fueron personas. Por eso en sus dos novelas «la trama real es el envoltorio, el escenario de lo que les ocurre a los personajes ficticios, que son quienes de verdad llevan el peso de todo».
Para los lectores, dice, será curioso encontrarse, al final de la novela, con el listado de personajes y descubrir quiénes son de verdad y quiénes son fruto de su imaginación. «Dándolo, el comerciante veneciano que aparece en ‘La tierra de Dios’, existió y realmente se quedó de ciego. Lo que yo hago es inventar cómo pudo ocurrirle, con un mal golpe».
En un mundo que era mucho más pequeño de lo que es hoy (el ‘descubierto’ por entonces estaba compuesto por Europa y el Norte de África, prácticamente) las luchas por el territorio eran constantes; el comercio de cosas y personas era el pan nuestro de cada día; y las guerras de fe, no digamos. En la Península, Alfonso VII de Castilla, Fernando II de León y Alfonso II de León se peleaban por los dominios. «Todo eso ayuda a crear un clima de tensión emocional y narrativa muy especial».
En ese contexto, Casanova introduce una variable muy poderosa: una profeta, un símbolo que puede hacer perder la cabeza a más de uno. «El personaje de Fátima, una novicia de origen árabe, representa ese poder que tiene la fe, ese mover montañas y hacer que sigamos a alguien. Quería hablar de cómo la fe puede ser manipulada y convertirnos en lo que no somos». Tiene también una interpretación laica. «Fátima simboliza ese ídolo por el que hacemos locuras», describe, pensando en deportistas, músicos y actores.
Así que en este segundo volumen son dos las mujeres protagonistas, Aalis y Fátima. Distintas pero inmersas por igual en una época en la que otros novelistas se escudan para convertirlas tan sólo en mercancías. «Soy mujer y quiero contar aventuras en las que ellas sean importantes, con riesgo y con misterio. Es verdad que en aquella época estaban sometidas, pero también que había mujeres con poder, comerciantes, artesanas, señoras viudas...» Es lo que llama la «pequeña revolución» de las mujeres de la Edad Media.
El pasado, fuente de grandes novelas
La escritora y editora Claudia Casanova narra en 'La Tierra de Dios' las peripecias de dos mujeres en la Edad Media, época en la que es experta
ELENA SIERRA
MADRID
«Soy mujer y quiero contar aventuras en las que ellas sean importantes, con riesgo y misterio»
«No hay nada que el lector agradezca más que el hecho de que el autor sea capaz de plantearle un desafío, un reto, con cada novela. Que consiga engancharlo con la trama, que le dé algo a cambio de su esfuerzo», explica la traductora, editora y desde hace tres años escritora de novela histórica Claudia Casanova. «El lector es muy agradecido, se siente feliz y satisfecho si el autor le planeta ‘voy a hacerte leer’ y lo consigue», continúa. Lo dice con conocimiento de causa. «Lectora voraz, curiosa y desorganizada», esta mujer nacida en Barcelona en 1974 lleva más de una década ligada al mundo de la edición en la editorial Paidós. Comenzó como traductora de textos del siglo XII francés, el que como escritora la tiene también enganchada. Por eso vuelve a publicar en Planeta una trama de ficción ambientada en la época con muchos componentes reales.
Para ello hace falta mucha investigación «y afortunadamente hay periodos muy bien documentados, con registros y escritos de todo tipo», explica. Es el caso de todo lo referente a las Cortes de Aragón y de León. Y, también por fortuna, hay tantas otras perspectivas apenas recogidas en los textos que al novelista le queda mucho que imaginar. «Dice un historiador francés que la ignorancia del historiador es la fortuna del novelista y lo suscribo. Pero en ningún caso puedes contar algo distinto de lo que fue, hay que ser cuidadoso con la Historia», sostiene. Es necesario respetar el marco y los personajes que fueron personas. Por eso en sus dos novelas «la trama real es el envoltorio, el escenario de lo que les ocurre a los personajes ficticios, que son quienes de verdad llevan el peso de todo».
Para los lectores, dice, será curioso encontrarse, al final de la novela, con el listado de personajes y descubrir quiénes son de verdad y quiénes son fruto de su imaginación. «Dándolo, el comerciante veneciano que aparece en ‘La tierra de Dios’, existió y realmente se quedó de ciego. Lo que yo hago es inventar cómo pudo ocurrirle, con un mal golpe».
En un mundo que era mucho más pequeño de lo que es hoy (el ‘descubierto’ por entonces estaba compuesto por Europa y el Norte de África, prácticamente) las luchas por el territorio eran constantes; el comercio de cosas y personas era el pan nuestro de cada día; y las guerras de fe, no digamos. En la Península, Alfonso VII de Castilla, Fernando II de León y Alfonso II de León se peleaban por los dominios. «Todo eso ayuda a crear un clima de tensión emocional y narrativa muy especial».
En ese contexto, Casanova introduce una variable muy poderosa: una profeta, un símbolo que puede hacer perder la cabeza a más de uno. «El personaje de Fátima, una novicia de origen árabe, representa ese poder que tiene la fe, ese mover montañas y hacer que sigamos a alguien. Quería hablar de cómo la fe puede ser manipulada y convertirnos en lo que no somos». Tiene también una interpretación laica. «Fátima simboliza ese ídolo por el que hacemos locuras», describe, pensando en deportistas, músicos y actores.
Así que en este segundo volumen son dos las mujeres protagonistas, Aalis y Fátima. Distintas pero inmersas por igual en una época en la que otros novelistas se escudan para convertirlas tan sólo en mercancías. «Soy mujer y quiero contar aventuras en las que ellas sean importantes, con riesgo y con misterio. Es verdad que en aquella época estaban sometidas, pero también que había mujeres con poder, comerciantes, artesanas, señoras viudas...» Es lo que llama la «pequeña revolución» de las mujeres de la Edad Media.

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