miércoles, 1 de julio de 2009

Gospel de agua de coco


Cultura-Granada
Gospel de agua de coco
Los niños de Malagasy emocionaron con sus solidarios cánticos de Madagascar a un público que abarrotó elMonasterio de San Jerónimo
JUAN LUIS TAPIA
GRANADA

Los niños de Malagasy Gospel. durante el recital. / SUSANA DELGADO

ESPECTÁCULO
jltapia@ideal.es
Título: Malagasy Gospel.
Grupo: Un total de 36 niños del proyecto de la Fundación Agua de Coco en Madagascar.
Programa: Canciones populares y creadas por los niños.
Lugar: Monasterio de San Jerónimo. Lleno.

«Hoy vienen a cantar 36 estrellas», dijo el presidente de la Fundación Agua de Coco, el granadino José Luis Guirao, al empezar el recital del coro Malagasy Gospel, un grupo de niños y niñas invidentes producto de la explotación en las salinas y abandonos en las calles de Madagascar. Sus voces fueron una especie de grito que expresó una realidad, que ha cambiado gracias a la acción de la oenegé liderada por un granadino. «Hoy estamos en casa», dijo un Guirao emocionado que tuvo que detener la presentación del grupo musical. «Aquí está toda mi familia, la de Granada y la de Madagascar», añadió. «Lo que queremos con estas canciones es sensibilizar a la sociedad sobre los derechos de la infancia y de los discapacitados», comentó.
Antes de que esta treintena de niños y niñas iniciara el concierto, el público que quiso presenciar la actuación daba la vuelta a la calle Compás de San Jerónimo. Unas trescientas personas tuvieron que quedarse de pie e incluso hubo una llamada a la solidaridad de los jóvenes con los mayores para que les cedieran sus localidades. El Monasterio de San Jerónimo se vio abarrotado.
Los niños, nada más aparecer, ya emocionaron con sus cánticos al público y sobre todo con sus sonrisas, que esconden duras historias de explotación en las salinas y de abandono. El primer tema estuvo dedicado a la familia, «porque lo que queremos es que estos niños, aunque algunos trabajan para ayudar a sus familias, no lo hagan de sol a sol y tengan una buena alimentación y ocio», señaló Guirao.
La realidad de este grupo infantil está presente a lo largo de todo el repertorio, que incluyó una canción que explica el trabajo en las salinas, donde los jóvenes intérpretes gesticularon incluso la manera de recoger la sal. «Los niños debían llenar más de diez sacos de sal de unos veinte kilos para poder ganar medio euro al día», reflexionó el filántropo granadino.
En uno de los momentos del recital tomaron especial protagonismo dos niños y una niña ciegos, para interpretar «una canción en la que ellos imaginan cómo es el cielo y la tierra, porque queremos demostrar que las personas ciegas también pueden ver con la ayuda de su imaginación».
En medio del concierto irrumpió un cuarteto con una pequeña guitarra, que llaman Kabosy, y un par de maracas, que son dos botellas plásticas rellenas de arroz, el principal producto de la dieta malgache. Uno de los niños, con voz de cantante de blues, celebró la música del rastamán, personaje al que adora y al que no puede ver. Así que también se queja de que los invidentes no puedan verlo, de que los sordos no lo puedan escuchar y de que los mudos no puedan cantar reggae, como lo hace él, que compuso el tema.
Este Malagasy gospel es algo más que un coro formado por niños de Madagascar, porque son voces que hacen ver otros mundos, la existencia de otras realidades, y por ellos mismos. Las canciones, los temas que interpretan, son los que ellos cantan habitualmente, los que han escrito en un país donde no existen las escuelas. Las gargantas de los niños con cuerpos maltratados por la sal, el sol y la pobreza pueden transmitir un mensaje de alegría. El gospel tiene una parte de duende, que estos niños lograron transmitir con Agua de Coco.

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