
CULTURA
Nueva York, en la ingeniosa pluma de Julio Camba
Rescatan en un libro los artículos que el satírico cronista escribió durante su primer viaje a la ciudad de los rascacielos
27.07.09 -
TOMÁS GARCÍA YEBRA
MADRID
Caricatura de Julio Camba. / BAGARÍA
En 1916, un joven Julio Camba viajó por primera vez a Nueva York para ocupar la plaza de corresponsal del diario 'Abc'. Durante un año permaneció en un mundo «bullicioso, mecanizado y un poco infantil». Desde allí envió crónicas de una realidad sorprendente en la que los detalles costumbristas se mezclan con noticias de profundo calado, como las elecciones que dieron la presidencia a Woodrow Wilson (el hombre que decidió la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial).
Fruto de esa experiencia neoyorquina surgió 'Un año en el otro mundo' (Rey Lear), unas crónicas que consagraron a Camba como uno de los escritores más originales de su tiempo. «La literatura española cuenta con un grande, con un admirable humorista», sentenció Azorín, impresionado por la lectura de la obra, a la que comparó con el 'Viaje sentimental' de Sterne. Camba regresó en los años treinta a Nueva York. De esta nueva experiencia nació 'La ciudad automática', que publicó en 1934.
Crónicas que no envejecen
Su delicioso humor permite que sus crónicas nunca envejezcan. La afición a los récords de los norteamericanos, el consumo del chicle, el gusto por las catástrofes, el valor que se da al dinero como patrón del éxito social, el sensacionalismo de la prensa o la profusión de detectives son «constantes vitales» que continúan vigentes en aquel país. «Aquí cada uno vale el dinero que tiene. Si yo salgo de mi casa con cinco dólares por todo capital, yo valgo exactamente cinco dólares; pero si me gasto en cenar dos dólares setenta y cinco, mi valor sufrirá una disminución lamentable. Es decir, que después de cenar yo no valdré ni la mitad de lo que valía antes», dejó escrito en un artículo.
Julio Camba (Villanueva de Arosa, 1882- Madrid, 1962) fue uno de los grandes escritores (y periodistas) del siglo XX. Su estilo fresco y directo, su enorme cultura (sin una brizna de pedantería) y su elegante y sutil sentido del humor fueron destacados por Ramón Pérez de Ayala, Valle-Inclán, Pío Baroja o el citado Azorín. Baroja se inspiró en Camba para componer uno de los personajes de su novela 'Aurora roja'.
De anarquista a señorito
El periodista y escritor gallego nació en una familia de clase media. Su padre era practicante y maestro de escuela. A los trece años se escapó de casa y embarcó como polizón en un barco con destino a Argentina. En Buenos Aires se introdujo en los círculos anarquistas e hizo sus primeras armas literarias redactando proclamas y panfletos. A consecuencia de ello fue expulsado de Argentina en 1902, junto a otros anarquistas extranjeros. Ya en España colaboró en 'El diario de Pontevedra' y en el diario ácrata 'El porvenir del obrero'. Posteriormente fundó su propio rotativo, 'El rebelde'. A partir de 1905 colaboró en los principales periódicos de la capital. En 1913 le fichó el diario 'Abc', donde se mantuvo hasta su muerte. Desde 1949 vivió en el lujoso hotel Palace de Madrid.
Nueva York, en la ingeniosa pluma de Julio Camba
Rescatan en un libro los artículos que el satírico cronista escribió durante su primer viaje a la ciudad de los rascacielos
27.07.09 -
TOMÁS GARCÍA YEBRA
MADRID
Caricatura de Julio Camba. / BAGARÍA
En 1916, un joven Julio Camba viajó por primera vez a Nueva York para ocupar la plaza de corresponsal del diario 'Abc'. Durante un año permaneció en un mundo «bullicioso, mecanizado y un poco infantil». Desde allí envió crónicas de una realidad sorprendente en la que los detalles costumbristas se mezclan con noticias de profundo calado, como las elecciones que dieron la presidencia a Woodrow Wilson (el hombre que decidió la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial).
Fruto de esa experiencia neoyorquina surgió 'Un año en el otro mundo' (Rey Lear), unas crónicas que consagraron a Camba como uno de los escritores más originales de su tiempo. «La literatura española cuenta con un grande, con un admirable humorista», sentenció Azorín, impresionado por la lectura de la obra, a la que comparó con el 'Viaje sentimental' de Sterne. Camba regresó en los años treinta a Nueva York. De esta nueva experiencia nació 'La ciudad automática', que publicó en 1934.
Crónicas que no envejecen
Su delicioso humor permite que sus crónicas nunca envejezcan. La afición a los récords de los norteamericanos, el consumo del chicle, el gusto por las catástrofes, el valor que se da al dinero como patrón del éxito social, el sensacionalismo de la prensa o la profusión de detectives son «constantes vitales» que continúan vigentes en aquel país. «Aquí cada uno vale el dinero que tiene. Si yo salgo de mi casa con cinco dólares por todo capital, yo valgo exactamente cinco dólares; pero si me gasto en cenar dos dólares setenta y cinco, mi valor sufrirá una disminución lamentable. Es decir, que después de cenar yo no valdré ni la mitad de lo que valía antes», dejó escrito en un artículo.
Julio Camba (Villanueva de Arosa, 1882- Madrid, 1962) fue uno de los grandes escritores (y periodistas) del siglo XX. Su estilo fresco y directo, su enorme cultura (sin una brizna de pedantería) y su elegante y sutil sentido del humor fueron destacados por Ramón Pérez de Ayala, Valle-Inclán, Pío Baroja o el citado Azorín. Baroja se inspiró en Camba para componer uno de los personajes de su novela 'Aurora roja'.
De anarquista a señorito
El periodista y escritor gallego nació en una familia de clase media. Su padre era practicante y maestro de escuela. A los trece años se escapó de casa y embarcó como polizón en un barco con destino a Argentina. En Buenos Aires se introdujo en los círculos anarquistas e hizo sus primeras armas literarias redactando proclamas y panfletos. A consecuencia de ello fue expulsado de Argentina en 1902, junto a otros anarquistas extranjeros. Ya en España colaboró en 'El diario de Pontevedra' y en el diario ácrata 'El porvenir del obrero'. Posteriormente fundó su propio rotativo, 'El rebelde'. A partir de 1905 colaboró en los principales periódicos de la capital. En 1913 le fichó el diario 'Abc', donde se mantuvo hasta su muerte. Desde 1949 vivió en el lujoso hotel Palace de Madrid.

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