lunes, 13 de julio de 2009

JORGE HERRALDE EDITOR

JORGE HERRALDE EDITOR
«Sólo me jubilará la biología»
El hombre que fundó Anagrama hace ya cuarenta años reflexiona sobre la realidad del libro
EDUARDO LAPORTE
MADRID
«Vemos al Ministerio de Cultura más sensible al photocall que a la auténtica cultura»
eduardo laporte madrid
Si hay un editor arquetípico en Europa, se llama Jorge Herralde. Formado como ingeniero industrial, combina la clarividencia de una mente moldeada en lo científico con un amor por la literatura que se impuso como su verdadera vocación. Un ejemplo de aquella máxima nietzschiana del «llega a ser lo que eres» que se traduce en toda una vida creando escuela al frente de la editorial que él mismo fundó, Anagrama. Autores como Paul Auster, Ian McEwan, John Balville, Enrique Vila-Matas, José Antonio Marina, Molina Foix, Antonio Tabucchi, Roberto Bolaño y el último Premio Nacional de la Crítica, David Trueba, han firmado alguno de los casi tres mil títulos publicados. En un contexto en que la concentración empresarial amenaza con acabar con las editoriales independientes, con las librerías y, por tanto, con la literatura de calidad, cabe preguntarse cómo será el panorama dentro de otros cuarenta años.
–Acaba de presentar ‘Otra vuelta de tuerca’, una colección que aparece con motivo del aniversario de la editorial. ¿En qué consiste?
–Me pareció que era una buena manera de celebrar los cuarenta años. Aparte de la colección de cien títulos en formato bolsillo que hemos sacado con RBA, los más representativos y conocido de la editorial, quería hacer algo que no gravara de mucho más trabajo a la plantilla. Así que pensé en dos vías principales: recuperar grandes libros en muchos registros y volúmenes con varios obras de un mismo autor, bajo un elemento unificador.
–La primera edición de ‘2666’, de Roberto Bolaño, fue en 2004, pero su tirón va en aumento, alcanzando hechuras de mito literario...
–Este año 2009 está siendo el de mayor tirón, por el rebote de EE UU. Allí ha tenido unas críticas extraordinarias que culminan con el premio de la crítica, que tiene más prestigio que el Pulitzer. Ha vendido más de 100.000 ejemplares en pocos meses, y sus editores de allí decían que no se había producido un fenómeno similar en ‘literary fiction’, es decir, en buena literatura o literatura literaria, valga la redundancia, desde ‘Cien años de soledad’.
–Digamos que el mérito de una editorial pasa por dar a conocer valores nuevos, aunque también se esfuerzan en rescatar a escritores que cayeron en el olvido, como Stefan Zweig o Eça de Queirós en Acantilado. ¿No es una postura algo ‘comodona’?
–Cada uno en su casa hace lo que da la gana y pienso que hay excelentes editoriales en España, algunas muy nuevas, cuya estrategia de supervivencia estriba en dar con estos autores, que en su día fueron best-sellers de calidad. Esto ya lo hacía en los cuarenta y cincuenta el gran José Janés... son autores que se han olvidado y se pueden volver a recuperar. Nosotros estamos ojo avizor a los nuevos valores y luego tenemos gran parte de nuestro territorio editorial marcado por la política de autor. En los próximos meses saldrán nuevos libros de Tabucchi, Magris, Martin Amis, Julian Barnes...
–Uno se pasea por las librerías de Inglaterra o Estados Unidos y el aspecto de los libros puede llegar a ser deprimente para el amante de las buenas ediciones, con esos colorines, las ofertas de 3x2... ¿Llegará a España?
–En esos dos países el paisaje está devastado. Los grandes grupos han sido muy bestias, aunque también es verdad que muchos de ellos luego han sufrido percances horrorosos. En Inglaterra y EE UU, la abolición del precio fijo fue catastrófica, porque entre otras cosas suponía un atentado a las librerías independientes, que son las que sostienen a las editoriales independientes y a la buena literatura. Estuve en Nueva York hace poco y se mantienen un par de librerías en el Soho, pero casi no hay. En Inglaterra la situación es más triste aún, porque fue uno de los modelos.
–En España, sobreviven como independientes Siruela, Tusquets, Pre-Textos, Acantilado, Anagrama... y florecen nuevas editoriales agrupadas en Contexto y otras de cuidado catálogo como Gadir. ¿Hay una resistencia activa contra los grandes holdings editoriales?
–Pero no sólo en España, yo diría que en toda la Europa. Aunque ha habido batallas muy duras, se ha conservado el precio fijo, por ejemplo. En Francia, con la llamada Ley Lang, que sobrevivió pese a los intentos por torpedearla, te puedes pasear por París, Burdeos o Toulouse, y hay un buen número de buenas librerías, la savia imprescindible para la buena literatura.
–Tras cuarenta años en la brecha, ¿qué ve al echar la vista atrás?
–Empecé con gran entusiasmo. La primera década avanzamos a trancas y barranca. Pero quería publicar libros necesarios, excitantes, importantes y divertidos. En estos cuarenta años, he mantenido esa actitud y aún me sigue divirtiendo la actividad editorial. Sólo me jubilará la biología.
–¿Debería el Ministerio de Cultura ayudar más a las librerías?
–A veces vemos al Ministerio de Cultura más sensible al photocall, a la inauguración de un estreno de cine o del proyecto de un arquitecto, que a la auténtica cultura. Me parecería una grave irresponsabilidad política que no se ayudara a las librerías, con algún tipo de beneficio fiscal.
–¿Qué le suscita aquella máxima de cierto sector editorial que abogaba por la rentabilidad de todos y cada uno de los libros que se publican?
–Es una utopía imbécil. En Anagrama, hemos tenido la suerte de haber tenidos bastantes best-sellers y muchísimos long-sellers, pero de nuestros libros. No hemos incrustado una novela histórica con el Santo Grial ni conjuras grotescas... Han sido autores como Paul Auster, por ejemplo, los que han aportado esa rentabilidad. Su novela ‘Brooklyn Folies’ ha ido in crescendo y ha superado los 200.000 ejemplares.
–Supongo que lo más gratificante para un editor es descubrir a los lectores un escritor como Auster...
–Había sido publicado con dos libros que pasaron sin pena ni gloria, en algunos casos por malas traducciones. Luego cambió de agente y le propuse editarle ‘El Palacio de la Luna’, que me recordaba a uno de mis autores favoritos de adolescencia, el noruego Knut Hamsun, autor de ‘Hambre’ y de ‘Pan’. Precisamente, Auster hizo hace poco un prólogo para una nueva edición de ‘Hambre’.
–¿Su última alegría editorial?
–Una de las mayores satisfacciones recientes ha sido con Patrick Modiano. Es uno de los dos o tres autores franceses más importantes, pero en España nunca tuvo suerte y los libros que se publicaron tuvieron siempre un elemento común: no se vendían nada.
–¿Se ha planteado alguna vez publicar en catalán?
–No, mi patriotismo es la calidad literaria, nada más. Soy felizmente bilingüe en Cataluña y eso es una suerte. Al principio sí que hicimos una de las tres colecciones, aquello fue un desastre morrocotudo.

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